Los santandereanos nos hemos caracterizado por ser personas aguerridas, sinceras y trabajadoras. Y es por eso mismo que produce vergüenza que haya coterráneos que defiendan ante el país las grotescas y vulgares intervenciones que da el presidente Gustavo Petro cada vez que se ve acorralado por su propia ineptitud, los escándalos de corrupción de su gobierno y el arribismo grotesco de su propia familia. Verlo excusándose por dejar plantada a la Corte Suprema de Justicia en Quibdó por la partida de su hija del país quedará en los anaqueles de la historia como otra ridiculez más de su mandato. Quienes salen a defenderlo por lambonería o por la necesidad de mantener vigentes sus contratos públicos se unen a la efusividad de sus bodegueros pagos para manifestar en las redes sociales el dolor que sienten por la partida de su pequeña. Esos sí son los verdaderos hipócritas que el presidente no ve, aun cuando los tenga frente a sus narices.

¿A nadie se le ha ocurrido pensar que se fue por la vergüenza de ver a su padre caminando amorosamente con un travesti en Panamá? ¿No se habrá ido porque, al igual que los demás vástagos, quiere disfrutar de la buena vida en Europa con los impuestos que aquí pagamos todos con nuestro trabajo? ¿Acaso perdió el año escolar por un pésimo rendimiento académico? ¿No se aguantaron las críticas que les hacen por verlos salir de su casa en 14 camionetas para subirse a un avión de las fuerzas militares e irse a Barranquilla a ver un partido de la selección a costa de los dineros públicos? Nadie discute que no estar con los hijos duele, pero duele más cuando salen del país a buscar trabajo porque aquí no tienen ni qué comer; duele que se vayan porque la guerrilla, que no persigue su gobierno, los saca de sus casas; y duele más cuando los desaparecen los criminales a quienes ahora se les entregan subsidios a costa de quienes nada tienen.

Por eso es que ver a “propagadores” políticos defendiendo en nuestra región falsos dolores del alma, cuando nada dicen de los santandereanos asesinados en Arauca, solo produce pena, porque su silencio también es cómplice. Aquí nadie se explica cómo tienen cara para defender a Petro en Barrancabermeja cuando desde hace dos años comenzó la destrucción de la industria petrolera. Nadie entiende cómo salen a hablar bien de Petro en las tiendas cuando todos los días los comerciantes cierran sus locales en la ciudad. No se sabe de dónde sacan las palabras para justificarle a la gente que el galón de gasolina hoy valga el doble desde que llegaron a gobernar y que el valor de los huevos, por los que casi acaban con la ciudad, hoy esté tan alto que ya muchos no los pueden ni comprar. Es tan desastroso todo lo que está pasando, que yo no me explico cómo se pueden sentir orgullosos de ser petristas.

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