Si Gustavo Petro fuera un atleta, sería campeón mundial en salto de promesas incumplidas. Si fuera arquitecto, su obra maestra sería la demolición del país. Pero como es presidente, su legado no es otro que un cúmulo de fracasos, corrupción y vergüenza ajena, la misma que él mismo parece sentir cada vez que enfrenta la realidad de su propio gobierno. Petro prometió la transformación de Colombia, pero lo único que ha cambiado es la cantidad de escándalos diarios. Su administración es un manual de incompetencia: un desastre en seguridad, un caos en economía y una tragicomedia en salud. Su reforma sanitaria, que juraba acabar con la corrupción, ha terminado siendo una pasarela de saqueo y empresas de papel donde los recursos desaparecen como por arte de magia. La salud de los colombianos está peor que nunca, y lo único que sigue saludable es la cuenta bancaria de quienes se han beneficiado del botín. Pero aquí viene lo mejor: su desaprobación alcanza el 63%, y no es porque los medios sean “enemigos del cambio” o porque el “pueblo no entienda su visión”, como su séquito de fanáticos intenta vender. Es porque la gente ya no se traga el cuento. Colombia no es boba.

El Desgobierno de Petro: Un fracaso que ni sus seguidores pueden ocultar

Foto:Chelo Camacho

El discurso ya no tapa el desastre, y el país entero se está dando cuenta de que Petro ha sido un fracaso de proporciones épicas. Mientras el presidente juega a ser líder internacional y da discursos en foros donde nadie le cree, aquí en Colombia su gobierno se cae a pedazos. La improvisación es la norma, el clientelismo es la única estrategia y la corrupción es la protagonista. Sus ministros renuncian como si estuvieran en un reality show, sus aliados lo abandonan, y sus seguidores… bueno, ellos siguen en su burbuja, repitiendo que “el cambio toma tiempo” mientras el país se hunde. Y lo más cómico de todo es que, a pesar de este desastre, el petrismo sigue aferrado a su narrativa. Los mismos que llamaban “corruptos” a todos los gobiernos anteriores, ahora justifican cualquier escándalo con una facilidad asombrosa. La dignidad parece haber sido derogada por decreto. Colombia está en una encrucijada. O se despierta y reconoce que este gobierno ha sido el peor error de los últimos tiempos, o sigue cayendo en el juego de un líder que ni siquiera sabe cómo manejar su propio legado. Porque la verdad es que Petro ya no solo le falla al país, sino que hasta él mismo parece avergonzado de su propia presidencia. Y sus seguidores, si aún les queda algo de decencia, deberían empezar a sentir lo mismo.

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