Gustavo Petro ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: desviar la atención con discursos incendiarios mientras la realidad lo golpea de frente. Ahora, su nuevo enemigo es el mercado del gas. En su narrativa de siempre, los empresarios son los villanos, el mercado está viciado por la especulación y el pueblo es la víctima de un robo monumental. ¿Su brillante solución? Que Ecopetrol importe gas desde Catar para romper el supuesto monopolio y frenar la especulación. Sí, el mismo presidente que prometió soberanía energética ahora se rinde ante la importación. Porque cuando el problema no es la especulación sino su propia ineptitud para planificar el abastecimiento energético, hay que encontrar a alguien más para culpar.

Oviedo desenmascara la incompetencia del gobierno
Mientras Petro grita “nos están robando”, El concejal de Bogotá, Juan Daniel Oviedo desarma su falacia con datos. Primero, el precio del gas en el mundo está subiendo y no hay una supuesta conspiración empresarial en Colombia para encarecerlo. Segundo, el gobierno llegó tarde a garantizar el suministro para 2025 y ahora, en su desesperación, se inventa una guerra contra el sector privado para tapar su negligencia. Oviedo deja claro lo que Petro no dice: la inflación del gas ha sido del 37.5% desde agosto de 2022, golpeando directamente a los hogares colombianos. En lugar de reconocer su responsabilidad, el presidente prefiere el populismo barato de buscar culpables en donde no los hay.

La farsa de importar gas desde Catar
Si Petro estuviera realmente interesado en bajar los precios del gas, impulsaría la producción nacional en lugar de destruirla. Pero su gobierno, con su agenda antiempresarial y su fobia a la inversión privada, ha espantado el capital necesario para desarrollar nuestros propios yacimientos. Ahora, el mismo que quería hacer de Colombia un país autosuficiente, quiere depender de Catar. Pero hay un detalle: el gas importado no será más barato. Al contrario, los costos de transporte, regasificación y almacenamiento harán que su precio sea igual o incluso superior al actual. Es decir, Petro quiere cambiar un supuesto monopolio privado por un monopolio estatal ineficiente. La historia nos ha enseñado cómo terminan estos experimentos: con precios aún más altos y un servicio más deficiente.
El caso de Bucaramanga: la ciudad que Petro ignora

Mientras el gobierno juega a la improvisación, ciudades como Bucaramanga sienten el golpe. Según los datos de Oviedo, una factura de $50.000 en 2022 ahora cuesta más de $77.499. Pero a diferencia de Neiva, aquí nadie dice nada. El alcalde Jaime Andrés Beltrán, siempre tan vocal en temas de seguridad, tiene la oportunidad de convocar a los gremios y empresas del sector para poner este tema sobre la mesa. Porque si bien Petro seguirá con su retórica, en Bucaramanga los ciudadanos necesitan respuestas y estrategias reales. El precio del gas no bajará con discursos grandilocuentes, sino con soluciones concretas y liderazgo local.
Conclusión: la mentira se cae sola
El problema del gas en Colombia no es la especulación ni el sector privado. Es la combinación letal de improvisación, falta de planificación y un gobierno que llegó tarde a todo. Importar gas desde Catar no resolverá nada, pero sí servirá para alimentar el espectáculo populista de un presidente que prefiere la confrontación antes que gobernar con seriedad. Mientras tanto, los hogares colombianos seguirán pagando facturas cada vez más altas. Y cuando el gas de Catar no sea la solución mágica que Petro prometió, seguramente encontrará otro enemigo al cual culpar. Lo que no puede hacer es engañar a todos, todo el tiempo.