En Colombia ya hemos normalizado lo absurdo, pero hay límites. Y el más reciente lo ha cruzado el Ministro de Educación, Daniel Rojas, quien no logró sustentar su tesis de maestría y, en lugar de asumirlo con dignidad, salió a excusarse con la desfachatez de un estudiante perezoso que no hizo la tarea. ¿Su argumento? Que no tuvo tiempo. Es decir, el jefe de la educación en Colombia nos acaba de decir que no pudo organizar su tiempo, prepararse y cumplir con un requisito académico fundamental. Mientras tanto, miles de estudiantes en el país se esfuerzan para aprobar sus exámenes y defender sus proyectos sin la posibilidad de excusarse con la agenda. Pero lo peor no es el descaro del ministro. Es la actitud del presidente Petro, que lejos de exigirle rigor, convirtió este bochornoso episodio en un chiste flojo. “No se preocupe”, dijo con desparpajo, “yo hice una maestría y ni tuve tiempo de presentar la tesis”. ¡Qué maravilla! La máxima autoridad del país no solo normaliza la mediocridad, sino que la aplaude. Lo dice con la tranquilidad de quien jamás ha entendido el esfuerzo académico, la disciplina y el respeto por la educación.

Y si eso ya era suficiente, ahora súmele que este mismo Ministro de Educación se quedó dormido en pleno Consejo de Ministros. Sí, el mismo que no tuvo tiempo para prepararse una tesis, pero sí para echarse una siesta en medio de las discusiones que supuestamente definirán el rumbo del país. La imagen no puede ser más simbólica: un ministro que literalmente se duerme en el trabajo y un presidente que se burla del esfuerzo académico. Uno reprobado y el otro aplaudiéndolo. Y mientras tanto, el país se hunde en crisis educativas, con universidades en paro, estudiantes sin recursos y un modelo de educación pública cada vez más deteriorado. ¿Qué están aprendiendo los estudiantes con este ejemplo? Que en la vida no importa prepararse, que la excelencia es opcional y que, si te rajas en algo, puedes salir a llorar en medios y a poner excusas baratas en lugar de asumir tu responsabilidad. Este país tiene problemas serios con la educación, y no es por falta de talento o capacidad de los estudiantes. Es porque quienes están al frente del sistema educativo son un insulto a la academia y a los valores del mérito y el compromiso. Un ministro que no puede defender su propia tesis, un presidente que lo justifica con bromas, y un gobierno que cada día le quita más peso a la educación real mientras alimenta una mediocridad rampante.
El país que supuestamente iba a ser transformado por la “revolución del conocimiento” termina gobernado por personajes que no pueden ni sustentar una tesis, no pueden mantenerse despiertos en su propio trabajo, pero sí encuentran tiempo para burlarse de ello. El problema ya no es solo la incompetencia, sino la falta absoluta de vergüenza.