Lo peor que le puede pasar a los habitantes del municipio en este momento es que el virus del miedo y la ineptitud ataque el corazón del alcalde.

Nadie puede negar que la política asistencialista emprendida por el gobierno nacional y debidamente irrigada por los gobiernos locales tiene una trascendencia absoluta para poder mitigar el hambre de muchos ciudadanos, pero más allá de lo que significa para las familias la entrega de ayudas humanitarias, lo que todos esperamos es que el mandatario demuestre que tiene la suficiente grandeza para darle una rápida solución a los temores sociales y económicos que, con más velocidad que la COVID-19, se apoderan del pueblo que gobierna, teniendo presente en todo momento que si hay algo que nunca olvidan las personas es ver a sus líderes luchando junto a ellos.

Hay que contratar lo necesario

Los gobiernos locales están enfrentados a una situación histórica donde todos sus esfuerzos tendrán que concentrarse en la reactivación económica de las empresas locales y el acompañamiento a los comerciantes, formales e informales, golpeados por el cierre de sus establecimientos y los daños que les generará la elemental desconfianza que supone enfrentarse a la cotidianidad pos pandemia, aún no dimensionada por ningún organismo.

Más allá de los discursos de solidaridad y lo emotivo que pueda resultar el salir a gritar que “de esta salimos juntos”, lo importante es comenzar a construir las bases de apoyo gubernamental sobre las cuales se construirá el futuro de la gente a partir de los aportes intelectuales que hagan los economistas, administradores de empresas, profesionales de la salud y expertos en sistemas de georreferenciación.

El Departamento de Santander cuenta con facultades académicas al interior de sus universidades para organizar lo que se nos viene. Aquí tendremos que dejar a la fuerza actividades como la construcción de parques temáticos, reparcheo de calles innecesarias y convenios interinstitucionales para impartir clasecitas de inglés que a la larga lo único que hacen es enriquecer el bolsillo de unos pocos, a quienes les tocará dejar de creerse los dueños de la ciudad para pasar a hacer la fila detrás de los más necesitados.

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a vivir con lo necesario, y a eso es a lo que le debe apuntar el alcalde durante el resto de su mandato: A CONTRATAR LO NECESARIO. La contratación tendrá que concentrarse en obras medianas y menores al interior de los barrios con la inclusión de cláusulas que conduzcan a la generación de empleo con los propios habitantes del sector y a la adquisición de espacios urbanos para que la gente pueda dispersarse en medio de sectores concurridos. El gasto público local deberá reducirse a los niveles más básicos, equiparándose con la austeridad que tendrán que vivir después de esto todos los colombianos.

En medio de esta coyuntura es insostenible tener asesores recién graduados, con sueldos absurdos para su experiencia y estatus académico, presentando informes de actividades virtuales que en nada benefician a la sociedad, cuando se sabe que la población más necesitada no tiene acceso a internet desde sus hogares. Así como también es indefendible la intermediación de entidades como la Cámara de Comercio para evadir procesos contractuales a través de convenios inútiles con los cuales terminan despilfarrándose dineros públicos necesarios para actividades mucho más urgentes en la ciudad. Hoy está más que demostrado que la gente tiene hambre y el hambre es el preludio de un estallido social. Si el alcalde quiere a los ciudadanos de su lado tiene que salir a caminar, debe comer junto a ellos, cumplir con la obligación de oírlos y sobre todo, demostrarles que no es el inepto que aparenta ser.

Posdata: por favor no se pregunten cuál es el alcalde aquí. Escojan de los 87 municipios el que ustedes quieran.

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