Hace muchos años siendo estudiante de pregrado recibí del Fr. Carlos Mario Alzate Montes O.P. una de las lecciones más importantes de mi vida cuando me atreví a reclamarle por una decisión administrativa que había tomado en contra de uno de mis compañeros. Con voz firme y una fría mirada me dijo: “Hay cosas que solo con el tiempo entenderás” y desde ese día hasta hoy llevo esas palabras como una fórmula de equilibrio emocional para afrontar las injusticias y la mezquindad que me ofrece la sociedad en la que vivo.
Algunas cosas se revelan o se superan pronto, pero hay otras que a pesar de los años parecieran no tener fin. Una de estas es la inexplicable actitud que están asumiendo las directivas de la Universidad Pontificia Bolivariana frente a las reclamaciones que le vienen haciendo sus estudiantes de pregrado y muy especialmente los profesionales que están adelantando estudios de posgrado.
Las razones de su inconformismo son más que valederas porque se asientan en la realidad que está viviendo el país y desatenderlas podría significar un duro golpe al sentido de pertenencia que late en los corazones de esos educandos.
¿Modalidad virtual sin registro calificado?
Quienes adelantan la maestría en derecho saben que el 90% de los docentes son traídos de la ciudad de Medellín, por lo cual dichos desplazamientos ya no se harán en razón de la virtualidad bajo la cual se desarrollarán sus clases en los próximos meses. Luego, si no hay que pagarles tiquetes de avión, alimentación ni estadía, resulta entendible que los estudiantes exijan que el ahorro en esos gastos se vea reflejado en el valor de su matrícula.
Pero esa solicitud no ha tenido eco en las directivas de la universidad, así como tampoco lo ha tenido las reclamaciones de los estudiantes de pregrado, quienes con toda razón advierten que en el contexto de la educación virtual no existe la posibilidad de acceder a los elementos propios del sistema presencial tradicional como lo son los talleres, las bibliotecas, los laboratorios y los espacios de estudio que muchos estudiantes no tienen en sus casas, aun cuando los profesores se nieguen a creerlo o simplemente no les interese entenderlo.
A la UPB se le está olvidando que el Ministerio de Educación le entregó un registro calificado de acuerdo a la evaluación que hicieron los pares académicos y los organismos asesores de apoyo, fundamentada en las instalaciones y las oportunidades que tienen los alumnos para desarrollar sus estudios al interior de la institución, motivo por el cual se incluyeron dos palabras esenciales a la oferta de cada programa académico: Modalidad Presencial. Este asunto reviste una gran importancia porque la institución recibió una habilitación para impartir de manera presencial unos programas educativos y no para impartir una educación virtual, lo que conlleva una gran preocupación dado que es innegable la falta de preparación institucional para afrontar este reto.
La incertidumbre es general en toda la comunidad educativa, pero la impartición de órdenes pareciera pasar por encima de cualquier intento de entendimiento y negociación.
¿Dónde está el sentido humano?
La Universidad Pontificia Bolivariana es una institución fundada en principios cristianos, razón por la cual, a pesar de que allí confluyen diferentes tipos de pensamiento, son muchos los que opinan que en un momento de angustia generalizada como el que está viviendo el país, esos principios religiosos están llamados a marcar un camino de entendimiento y bondad para la comunidad estudiantil y sus familias, especialmente en relación con el pago de las matrículas ¡Pero ello no es así! y al parecer este virus afecta de la misma manera la salud de los colombianos como los corazones de la comunidad religiosa a cargo ¿Cuántos estudiantes de posgrado se han visto afectados profesionalmente con la paralización de sus actividades productivas? ¿Cuántos padres de familia como en el caso de los odontólogos no han percibido los ingresos necesarios para pagar las matrículas de sus hijos? ¿Será que el Consejo Directivo de la Universidad tiene estos datos? Si no los tiene podrían comenzar leyendo los mensajes de rechazo con los que sus educandos vienen alimentado las redes sociales día a día en contra de la posición asumida por la institución en la que confiaron su formación académica.
Apoyar a los estudiantes con diferentes canales de crédito y alternativas de financiación con mínimas tasas de interés podría ser un buen camino para demostrarle a la “familia bolivariana” que el camino de entendimiento está abierto.
Actuar sin humanidad llevará irremediablemente a una considerable disminución de personas matriculadas para el próximo semestre, provocando con ello que muchos jóvenes se vean abocados a buscar empleo en una economía que tardará mucho tiempo en recuperarse, y ese será quizás el primer paso para que la universidad pierda de forma definitiva a buena parte de sus alumnos.
La planta física de una universidad es un espacio de igualdad y oportunidades, diseñado para que cada uno de los estudiantes ejerza en plenitud los mismos derechos para desarrollarse como profesionales, pero cuando la educación intempestivamente se traslada a los hogares de cada cual, allí la igualdad se anula, porque no todos tienen las condiciones adecuadas para enfrentar con éxito este cambio en sus vidas. La UPB no puede perder el horizonte de su misión, pero en esa tarea tampoco puede olvidar el sentido de humanidad que todos están esperando de ella.
Señor Rector: Escuche a sus alumnos, porque la forma en que usted los ayude a ellos determinará la forma en que ellos lo comiencen a ver a usted.
La UPB no puede perder el horizonte de su misión ni el sentido de humanidad que todos esperan de ella. Señor Rector: la forma en que usted ayude a los estudiantes, determinará la forma en que la sociedad lo comience a mirar a usted.