Los despachos oficiales del alcalde de Bucaramanga y el gobernador de Santander, están separados tan solo por una distancia de cien metros lineales, lo cual debe ser un motivo más que suficiente para que dichos mandatarios entiendan lo corto que es el sendero que deben transitar para trabajar por el progreso de esta región. Personalmente tengo mis dudas frente al manejo administrativo que Mauricio Aguilar le pueda llegar a dar al departamento, pero no por ello voy a perder la esperanza de que su llegada a la gobernación sea una nueva oportunidad para que este territorio reciba lo que se merece.
Los ciudadanos poco a poco han ido anunciado el interés de vigilar de cerca esta nueva administración, como es el caso del ex alcalde Rodolfo Hernández, quien ya mencionó unos nombres que pueden saltar a la palestra pública con todas las implicaciones que ello conlleva. De mi parte me abstendré de hacer señalamientos personales previos sobre cualquier persona, hasta que sus acciones tengan alguna incidencia con el interés público. Pero no por ello voy a dejar de apoyar a quienes señalen hacia las sombras para descubrir los intereses que allí se ocultan.
Lo que le espera a Mauricio no es nada fácil, pero si logra entender que los Aguilar son una cosa, y que él por si mismo es otra, podrá comenzar a construir un legado que honre el hecho de su propia existencia. Es obvio que no podrá desligarse del todo de su familia, pues sería absurdo desconocer que los más de 16 años que su padre lleva haciendo política por Santander es el fundamento que lo tiene donde está. Por eso es que aseverar con tanta vehemencia que los más de 380 mil votos de Mauricio son producto de la maquinaria, no solo resulta un despropósito, sino también, una falta de respeto hacia aquellas personas que depositaron su voto por convicción o por cariño. Podemos no estar de acuerdo con su llegada al poder, pero quien así lo decidió fue el pueblo, y en el marco de nuestros derechos constitucionales esa decisión se acata y se respeta.
Podemos no estar de acuerdo con su llegada al poder, pero quien así lo decidió fue el pueblo, y en el marco de nuestros derechos constitucionales esa decisión se acata y se respeta.
Serán cuatro años en los que los santandereanos esperaremos que se saque a la luz pública lo que Diego Frank Ariza como contralor de Santander no pudo hacer, siempre con la esperanza puesta en que el nuevo gobierno no termine convirtiéndose en un encubridor más a la manera en que lo fue el procurador general Fernando Carrillo Flórez frente a todas y cada una de las actuaciones de un hombre que como él mismo lo dice, aprendió a gatear entre fajos de billetes. Más de 616 mil personas que anhelaban una opción diferente a la de Aguilar, estarán pendientes de que sus actuaciones sean propias de la dignidad que se ganó.
Por eso quiero atreverme desde esta tribuna, a invitar al gobernador electo para que se siente con su familia y reconozcan que para gobernar, es necesario reunirse con sus mismos contradictores, no solo para apaciguar los ánimos y despejar el camino, sino también, para rescatar las buenas ideas que se quedaron en la contienda electoral, junto con las que anhelamos los ciudadanos desde hace muchos años, como lo es la creación del gran Parque Central de Bucaramanga que conecte al parque Antonia Santos con la Plaza de Mercado Central, integrando al proyecto el Centro Cultural del Oriente, el parque Centenario y las manzanas catastrales necesarias para la ejecución de una obra que más que un proyecto de infraestructura urbana, debería ser un legado ambiental para las generaciones futuras. Ya tendremos tiempo para hablar de ello, así como también de sus 14 proyectos turísticos para Santander.
Próxima Columna: Magda Milena Amado, una lucha contra la mezquindad.