La llegada de Héctor Guillermo Mantilla Rueda a la alcaldía de Floridablanca en el año 2016 significó dos cosas: la creación de un gobierno que tenía como bandera los ideales de la juventud y la creencia de que solo los jóvenes podrían desterrar la corrupción de un municipio caracterizado nacionalmente por sufrir este flagelo.
Cinco años después de que los florideños salieran a las urnas a consignar su esperanza por un nuevo amanecer, todo en este municipio sigue igual. Por eso la continuidad del gobierno de Mantilla en cabeza de Miguel Ángel Moreno Suárez, a un año de su consagración como alcalde, ha revelado con el transcurrir del tiempo y sus acciones desacertadas, la existencia de un pacto entre amigos para continuar en el poder y seguir sacando provecho de los recursos públicos, razón por la cual lastimosamente al interior de la alcaldía ya los llaman “el cartel de la UPB”
La hermandad
La Universidad Pontificia Bolivariana, a la cual se le conoce coloquialmente como la UPB, es una institución que comenzó a impartir sus primeras clases en los salones del Seminario Conciliar San Pio X ubicado en los cerros de Floridablanca, convirtiéndose al día de hoy en uno de los claustros más importantes del oriente colombiano donde jóvenes de todos los estratos han encontrado un espacio adecuado para potencializar sus capacidades en beneficio propio y en favor de la región. Fue allí donde un grupo de amigos de la facultad de derecho, liderados por el ex alcalde Mantilla, se reunieron para construir un camino que los llevara al poder. Es indiscutible que lo lograron y la crítica no es hacia la forma en que lo hicieron sino hacia la forma en que deformaron sus motivaciones iniciales.
Si lo que querían era mostrar una nueva forma de hacer política lo primero que debían dejar atrás eran las alianzas con los gamonales políticos de la región y no convertirlos en los principales financiadores de sus campañas. Ese error fue el inicio de la destrucción de sus sueños, porque gracias a eso quedaron empeñados con la cabeza gacha y la dignidad en el piso. Esa hermandad, la cual se propuso quedarse con la alcaldía periodo tras periodo olvidándose de las necesidades de los florideños, es un proyecto insostenible a largo plazo por una sencilla razón: le vendieron su alma al diablo.
No se puede generalizar
Ponerle a esta hermandad el remoquete de “cartel” desdibuja el valioso papel que han desempeñado en la sociedad los profesionales de la universidad pontificia en el país, pero es la manera como algunos ciudadanos en Floridablanca han decidido identificar a ese pequeño grupo que sin importarle las necesidades de los más desfavorecidos, se han venido apropiando de los dineros públicos para su propio beneficio.
Por eso resulta importante conocer paso a paso la forma en que llegaron al poder, quiénes son sus integrantes, cuáles son los contratos que los han enriquecido, dónde nacen las disputas por el poder entre ellos mismos, quiénes son sus financiadores, qué cargos e instituciones han sido vendidos, a manos de quién han ido a parar algunos bienes del municipio, a quién le entregaron la clínica guane, quienes se han quedado con los dineros que pagan los constructores por las áreas de cesión, qué concejales están al servicio de esta corrupción y claro está, cuáles son los nuevos amigos contratistas de la administración municipal.
Comienzo de nuevo esta labor con la experiencia ya adquirida de años anteriores, la misma que me enseñó con dolor que no debo sentarme a hablar con nadie que esté involucrado con lo que se investiga y evitar de esta forma en el futuro señalamientos en contra de mi propia honra.
Próxima Columna: Las crayolas de Diego Mauricio Castro.