Santander es una tierra marcada por el sacrificio que ofrecieron sus habitantes al darle la libertad a una nación que siempre olvida donde comenzó a forjarse su historia. Por eso resulta tan enriquecedor recorrer sus poblaciones, porque cada una de sus calles le recuerda a los colombianos la importancia de la sangre comunera y porque solo de esa manera, prestando un poco más de atención a los detalles, se puede observar que las luchas en estos pueblos aún continúan. Aquí está un buen ejemplo de esa realidad.


La ruta del abandono

El 15 de agosto de 2020 se reunieron el alcalde de San Joaquín Carlos José Díaz Quintero, la alcaldesa de Onzaga Johana Grimaldos Barón y el alcalde del municipio boyacense de Covarachía Wilson Isay Moreno Vega en el corregimiento de Covaría a orillas del río Chicamocha en el municipio de Mogotes para dialogar sobre la construcción de los 35 kilómetros de carretera que pretenden unir al municipio de Cepitá con el municipio de Capitanejo en aras de beneficiar la comunicación vial de estas poblaciones.

Llegar hasta allá es toda una travesía, pero salir de allí es toda una tragedia. Sus pobladores dejaron de cultivar el melón hace muchos años porque los camiones que lo transportan no pueden ascender, por el peso del producto, la montaña que los lleva hacia la carretera central, todo lo cual cambió aspectos socioculturales que aún no han sido asimilados de buena forma por los campesinos.

La propuesta de los mandatarios es unir esfuerzos entre ellos para avanzar en el proyecto de la construcción de la vía, el cual ya tiene el respaldo del gobernador de Boyacá Ramiro Barragán y se está a la espera del respaldo del gobernador de Santander Mauricio Aguilar.

El plan de desarrollo aprobado por la Asamblea Departamental no genera ninguna esperanza para la conectividad de esta parte de la región, a pesar de que el direccionamiento de las metas hacia la infraestructura vial de esta provincia mejoraría ostensiblemente la calidad de vida de estos ciudadanos y, por ende, la gestión que hagan los diputados para lograr avances en esta materia va a ser fundamental para salir del estado de abandono que por siempre ha caracterizado esta región. Al igual que sus antepasados les queda una lucha por dar, pero esta vez esperan que la institucionalidad se encuentre a su favor sin ningún viento en contra.


La tarea ambiental de Onzaga

Esta carretera tiene en su ascenso hacia el municipio de Covarachía un importante desvío que conduce hacia Onzaga, municipio santandereano que logró consolidar un importante avance en materia turística teniendo como alcalde a Hernán Eduardo Sanabria Aponte, un periodista que desde el interior de la Universidad Santo Tomás, de la mano con Ángel René Vargas, Andrea Cote, Emilio Arenas, Martín Hernández y José Barón, logró consolidar el programa televisivo “Por los Caminos del Gran Santander” como un patrimonio histórico y cultural del departamento.

Esa misma experiencia le permitió entender que cuando se rescatan los valores autóctonos de la población y se le da importancia a los recursos naturales con los que se cuenta, se logra un avance económico que irriga sus réditos en la mayoría de la población. La actual alcaldesa tiene el suficiente talante para fortalecer los logros de su antecesor en pro del desarrollo de su pueblo, pero sobre todo, es una mujer con la personalidad suficiente para dejar su propio legado.

Onzaga tiene mucho por construir y una de sus principales tareas es valorar y proteger la zona de subpáramo que bordea su territorio, receptor natural de las aguas lluvias que retienen los frailejones y regulan su flujo hacia las quebradas propias en el páramo de Guantiva.

Por ello es que el municipio debe trabajar de la mano con la Corporación Ambiental de Santander y su director Alexcevith Acosta para impedir que los bosques de robledales que se extienden por el territorio onzagueño procedentes del Parque Natural Municipal “Robledales de Tipacoque” en el departamento de Boyacá, se sigan destruyendo para crear parcelaciones sobre los mismos. Parte de esos terrenos eran de propiedad del escritor Antonio Caballero, pero nadie quiso escucharlo cuando se los ofreció a la municipalidad.


“La grandeza está en lo pequeño”

El camino de Onzaga a Capitanejo tiene una variante por el departamento de Boyacá que pone al viajero en las puertas de la Hacienda Tipacoque, antigua residencia del escritor Eduardo Caballero Calderón y propiedad hoy en día de sus hijos Antonio y Beatríz. El encargado de cuidar la casona así como de los recuerdos de una de las familias más importantes para la historia literaria de este país es Marco Antonio Delgado, un hombre que lleva a cuestas el valor de la palabra y la honradez intelectual de quienes dejaron de ser hace muchos años sus patrones para convertirse en sus amigos.

Es él quien cuenta el interés que tuvo la familia Caballero para vender los terrenos de robledales que tenía en el municipio de Onzaga y destaca como ningún funcionario le prestó atención a esa oferta. Desconocer la importancia ecológica que tienen estos predios es un error que las autoridades ambientales no se pueden permitir. Esos predios le fueron vendidos a un particular y hoy en día se espera que la destrucción de los mismos no sea el siguiente paso.

La desatención que le brindaron a Marcos y al mismo Antonio Caballero en su paso por Onzaga, analizada desde los rincones donde se escribieron las obras que mejor describen el abandono al campesinado colombiano, lleva a pensar que en este país nada ha cambiado: la arrogancia sigue en manos de quienes ostentan el poder y el desprecio lo siguen soportando quienes menos lo merecen.

Ojalá algún día en Santander entendamos, a la manera que lo hacía Caballero Calderón, que la grandeza está en lo pequeño y que quizás, por eso mismo, la construcción de un puente para superar el paso de una quebrada en el corregimiento de Ricaurte a orillas del río Chicamocha en los límites del municipio de San Joaquín con Mogotes y Onzaga, sea igual de importante que construir diez parques turísticos en todo el Departamento.

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